"Cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida nos perfecciona y enriquece más aún por lo que de nosotros mismos nos descubre, que por lo que de él mismo nos da."
Miguel de Unamuno

Rutinas

(Fade in)


(Dos pasos a la izquierda, uno a la derecha. Es de noche, o de día. Desde aquí es difícil saberlo; no importa.
Los párpados se caen y las horas pesan sobre la puerta —redoble metálico— ahora cerrada. Corren tiempos duros para las sucesiones lógicas.)


-¿Es ya mañana? —eso dice Brianstorm percutiendo tímpanos sordos desde hace una hora—. Es ya mañana y no hay luz suficiente. Despertar hermético; como en un submarino —así amanece en un desierto de gomaespuma—. Un poco de imaginación para remendar retales de tiempo perdido con los que tejer un nuevo día. Dos lentes, ojo por ojo. Dos manos. Dos piernas. Una cabeza. Y listo.

A la calle. Aire. Veneno en el aire. Ronquidos mecánicos disueltos en el veneno del aire —un segundo mental de sarcasmo patrocinado por Ana Botella—. El cielo es gris recortando el gris hormigón encuadrado en el gris asfalto. Un paso, dos pasos. La acera se alarga cuesta arriba. Los pasos se acortan —hastío— y me resigno aturdido por las limitaciones. ¿Qué es? Será el caminar cabizbajo de los viandantes. Serán esas caras marchitas de desazón y cansancio. O esas miradas tangentes de ojos arrugados. Será la palabra crisis, sin más significado que el de las letras que la componen, grabada a fuego en el alma de la gente mientras al otro lado de aquel cristal plagado de colores un banquero sonríe —impolutos ambos de justicia y de culpa— al tiempo que plancha con los dedos su corbata.

Ponderadas las penas, no parece suficiente.

¿Qué coño es? ¿Será llegar cuando los demás ya vuelven? ¿Subir las escaleras —también grises— huérfano de abrigo y frío? O puede que sea ese olor a dentista en el baño. Incluso el rumor enlatado de la comida girando en un viento de microondas. O el ajetreo anodino y molesto de los indignos a mi alrededor. ¿Será quedarse siempre detrás de la puerta y andar buscando alternativa? ¿Es dar la cara al entrar y la espalda al salir?

No estoy seguro —(bis)— pero la duda va tomando forma de certeza. Cada segundo un paso más cerca, de la solución y de casa. Es esa canción absurda amordazándonos los sesos —¡¿no lo notáis?!—.

Yo creo que es el sonido espiral del desagüe de los proyectos, el brillo ronco de una gota de autenticidad diluyéndose en un mar de tópicos. Es la lejanía, el pesar de la reinserción. Soy yo en el esquema binario de mi posición geográfica. ¿Soy yo? ¿Eres tú? Es la fracasada proyección radial de nuestros deseos ortogonales.
Es el silencio ante una idea genial. Es el silencio, ¡el silencio! El silencio insultante ante los conatos de frases que enuncian la verdad. El silencio rastrero, muerto de ruido de televisión. El silencio aquel, acorralado el muy ruin entre ladrillo y cemento; que se retuerce arrastrándose por el filo de heridas vivas. 
Y es la siesta interminable de un perro ingrato y descarado; el sueño cobarde del cacique en el centro de un corro de desvalidos. Es la indiferencia contra una lágrima caliente y pura.

Son —otra vez— las cinco de la mañana. Es otra vez la arista resbaladiza entre la noche y el día.
Y además, es 10 de enero.
No estoy seguro —(bis)— de qué será. Todo es extraño.
¡Soy yo! ¡Eres tú! No, sé que soy yo. Y no sé quién es ese.
Es todo muy raro.

(Fade out)